Cada navidad se repite
la pena. Cuando cree que no va a llegar, porque ya lo tiene superado, llega ese
dolor para sorprenderle como cuando era niño.
En su familia llorar era de tontos; escribir poesía suscitaba una media sonrisa; cada
palabra era merecedora de un exhaustivo análisis que ningún académico de la
lengua podría superar. Si alguien bailaba, cada movimiento era diseccionado y
candidato a un veredicto final. Cada gesto inesperado era puesto sobre la mesa de
operaciones. Amar era un verbo cursi. Los helados grandes eran de catetos;
comer mucho, una vulgaridad; mojar pan, imperdonable. Dormir, perder el tiempo.
Mostrar cariño a los de fuera, debilidad o error.
No hay comentarios:
Publicar un comentario