Miedo número
1.
Pasar de
largo otra vez
ignorando la
curva de la carretera
en la que el
musgo crece sin control.
Que se queden
mis manos
pegadas al
volante,
no abrir la
puerta,
no quitarme
los zapatos
y no arañar con las pezuñas
las piedras
que han caído ladera abajo
hasta esa
selva líquida,
vertida tan
cerca de mi ciudad.
(Que
tú no sientas el goteo
sobre
la piel del agua)
El miedo
número 2
no lo
recuerdo bien
pero tenía
que ver con el juego
a solas de
juntar palabras,
de pasar una
mañana haciendo versos
y encontrarme
muerta en el sofá,
mientras
todas las películas han llegado al fin
y los
extraterrestres han dejado de amenazarnos.
(Que
olvides el camino a mi casa)
Ahora el
número 3,
el miedo a
perder el miedo,
a la
anestesia,
al vestido de
flamante,
¡si supieras
que me sueño
que soy
calva!
(Que
te guste más con peluca)
Miedo número
4.
Que antes de
conectarse el día,
el sentido encubra
su rastro
con el
zumbido del despertador.
En aquel
sueño lo más alto no es una montaña
sino el piso último
de un bloque
devorado por los líquenes.
En el sueño
la tierra es lo que hay dentro
de un círculo
pintado
del que yo no puedo salir.
del que yo no puedo salir.
Subo y bajo
escaleras
el mismo
nuboso día gris.
Allí no se
oyen mis preguntas.
Yo, la que
sueño, quiero irme,
y la soñada
no huye.
(Que
pienses que yo nunca tengo miedo,
que
no me grites sal de ahí
ni
me tiendas la mano)
2 comentarios:
Ojalá siempre encuentres esa mano tendida, y recuerda que siempre nos queda gritar para que nos oigan,
Un beso grande Angi.
Sobre todo el miedo a perder el miedo, a perderse, a alienarse. Todo es un canto a la hermosa fragilidad que nos hace de piel. Un abrazo.
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