domingo, 1 de diciembre de 2013

Canción de los avatares.



Al principio estábamos
only you and me,
pero después éramos demasiados
y la cosa se complicó.
Fue por culpa de esos avatares,
de regalo con la compra del ordenador.
Yo me enamoré del tú que mostrabas a todo el mundo,
mientras que la otra que simulaba ser yo
te sedujo vilmente, oh my love.

Nos fuimos a vivir todos juntos.
Yo me quedaba en la cama hasta muy tarde, lazy girl;
aquella se esforzaba para superarme en bondad.
Quise parecerme a esa chica que siempre hacía los deberes,
que cocinaba tan bien,
que llamaba a la compañía de seguros
y acudía a la reunión de vecinos,
que nunca dudaba de nada
porque abría su manual de instrucciones on line
y siempre tenía una respuesta.
Cuánto la querías, crazy stupid love.
Si me hubieses querido a mí tanto como a ella.

Nunca sabré cuándo te fuiste de casa
y me dejaste con ese polifacético 
profesor de gimnasia que nunca hace los ejercicios,
director de cine que exprime al actor desde su silla,
fabricante de teléfonos con vasitos de yogur,
repartidor de pasteles imaginarios.
Hace tanto que no estás, yeah,
que ya no recuerdo cómo eres.

Ahora lo veo claro, my sweet honey,
si hubiéramos matado a esos intrusos,
quizás nos habríamos encontrado
en el punto del hola qué tal,
y nos habríamos gustado, o no,
o habríamos construido esa casa con palillos de dientes
que vimos en un libro ilustrado,
para decirnos después good bye,
o nos habríamos querido solo un minuto for ever.
Malditos avatares,
no más tecnología,

no more, no more.