miércoles, 25 de diciembre de 2013

¿Qué tristeza?



La tristeza no viene sola: la asisten el cansancio, la rutina, la nostalgia.
La tristeza y la memoria se alían. La tristeza y el olvido, también.
Es un polvo que nos cae en el rostro, que ciega los espejos, que sepulta las señales en el borde de los caminos. 
Solo un huracán nos salva de ella, cuando ponemos la cara al viento para que se la lleve lejos.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Canción de los avatares.



Al principio estábamos
only you and me,
pero después éramos demasiados
y la cosa se complicó.
Fue por culpa de esos avatares,
de regalo con la compra del ordenador.
Yo me enamoré del tú que mostrabas a todo el mundo,
mientras que la otra que simulaba ser yo
te sedujo vilmente, oh my love.

Nos fuimos a vivir todos juntos.
Yo me quedaba en la cama hasta muy tarde, lazy girl;
aquella se esforzaba para superarme en bondad.
Quise parecerme a esa chica que siempre hacía los deberes,
que cocinaba tan bien,
que llamaba a la compañía de seguros
y acudía a la reunión de vecinos,
que nunca dudaba de nada
porque abría su manual de instrucciones on line
y siempre tenía una respuesta.
Cuánto la querías, crazy stupid love.
Si me hubieses querido a mí tanto como a ella.

Nunca sabré cuándo te fuiste de casa
y me dejaste con ese polifacético 
profesor de gimnasia que nunca hace los ejercicios,
director de cine que exprime al actor desde su silla,
fabricante de teléfonos con vasitos de yogur,
repartidor de pasteles imaginarios.
Hace tanto que no estás, yeah,
que ya no recuerdo cómo eres.

Ahora lo veo claro, my sweet honey,
si hubiéramos matado a esos intrusos,
quizás nos habríamos encontrado
en el punto del hola qué tal,
y nos habríamos gustado, o no,
o habríamos construido esa casa con palillos de dientes
que vimos en un libro ilustrado,
para decirnos después good bye,
o nos habríamos querido solo un minuto for ever.
Malditos avatares,
no más tecnología,

no more, no more.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Aquí dentro. Compasión.



                                                                       Para M.C. y A.D., otra vez a medias.
Mira la armadura rota
de esos caracoles,
fijados a la rama del olivo
por un cemento blanco
hecho de paciencia y saliva,
y no desertes
ni ante el borde cortante de la cáscara,
ni ante el despeñadero de nácar
donde hoy solo vive la dura luz del día.
Ponlos en la palma de mi mano,
deja que los alivien mis pestañas.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Allá lejos.



Para M.C. y A.D., a medias.

Oh, Gulliver,
préstame la distancia que hay
desde tu nariz
hasta aquel insignificante que dispara la flecha.
Oh, Reina del hormiguero,
entrégame tu pecho ciego a los golpes
de antena de tus obreras.
Oh, Satélite Mecánico
que ignoras tu fin en un cráter del desierto de Arizona,
concédeme tu empeño en seguir la ruta
y mantener la emisión sin preguntas.
Amigos, hace calor, siento frío.
Se llora cuando se está cerca.
No entiendo a mi amado, ni a mi hijo,
ni a mi amante, lloro por ellos.
Ni a la puñetera adolescente
que fui
y que ahora me escribe cartas en papel de cuadritos.

Dioses, gigantes, ingenios,
dadme un poco de vuestro
allá fuera allá lejos.
Ayer mismo escuché
a los caracoles
en el descampado
decirse a gritos que sí
podrían huir de las llamas.

sábado, 19 de octubre de 2013

Composición.




   Hay un órgano en cada estómago
que acompaña al ciervo en su llamada
al caer la noche
   y un cristal en cada frente
al que se asoman los jóvenes que éramos
esos días
   y una playa de piedras en cada mano
a la que volver para desenterrar una botella
de la que bebimos
   y una manta de césped en cada rodilla
que amortigua el dolor del paso
al volver a casa.
Hay una carretera en cada pecho
en cuyo arcén crece algo vegetal
siempre.
   No digas que no somos más que polvo otra vez.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Habitación de invitados, 7: Elena Berrocal Luna.



La casa de piedra es invisible a los pájaros. 

Sus paredes se camuflan
en el aire sucio y la desgana de los viandantes.
La casa de piedra es también de paja y de cemento
y de agua de mar.

Hay mosquitos hambrientos que obedecen a la noche.
Hay corazones de piedra, de cemento, de agua
y de mar.

Allí vivió un hombre ciego
durante cincuenta y tres años.
Estudió todos los rincones de la casa,
cada ventana,
los muebles antiguos.
Subsistió con los alimentos que aprendió a cultivar
en el pequeño huerto de la entrada,
y aprendió a contar los días
a través del tacto de sus muros.
Como un reloj de sol, sus manos
medían el recorrido de la luz
y de la sombra.
Una mañana,
el ciego despertó con el canto de un pájaro
que entró por la ventana, por primera vez.
Un pájaro huérfano, perdido, loco.


Un poema de Elena Berrocal Luna.
Una fotografía de LaFiera.

Y también http://angilafiera.blogspot.com.es/2013/02/habitacion-de-invitados-4-lidia-esteban.html
y http://angilafiera.blogspot.com.es/2011/07/la-casa-contiene-1-y-2.html

sábado, 31 de agosto de 2013

Lo salvaje




Siempre habrá lugares mejores para beber agua
pero las libélulas de ciudad
acuden al lavadero de coches,
señalando en el gris del cemento
con sus cuerpos de hilo
sobre los que cabalga el diablo,

el lugar donde queda la puerta trasera del bosque.




sábado, 24 de agosto de 2013

Circo.


Estás desnudo.
Al verte saltar
entro
en mis bolsillos
para tirar las piedras
y recuerdo
que no llevo ropa.
Ahora comprendo
por qué
los adultos
pesamos tanto.

-

Éramos acróbatas.
En el baile yo impedía
con mis hombros,
mis manos
y mi cara
que tu pie tocase
el suelo.
Se levantó la noche.
Elegiste
unos zapatos de tacón,
y yo,
que he sido tan fuerte,
siempre lo resistí.



sábado, 27 de julio de 2013

Perdón no te vale.

Para Rosario.
Como dice Lidia, las palabras no ocurren.

Cuando me diste el diccionario,
pensé que era un gran invento.

Pero te digo perdón
y tú me devuelves
un saco de monedas
fuera de curso.
Te digo perdón
y me muestras un vestido
demasiado pequeño.
Te digo perdón
y dices que no entiendes 
la escritura del caracol sobre la arena seca.
Si perdón no te vale,
dime qué hago,
que muerda las monedas
o que eche el trajecito al fuego.
Que cierre la boca
o que organice carreras de caracoles.

Si perdón no te vale,
mejor te devuelvo el diccionario.



sábado, 13 de julio de 2013

Habitación de invitados, 6: La fotografía de María Vera para el poema Ahora, de LaFiera.






























Ahora.

Desde la copa del árbol
el niño, que tiene miedo,
puede mirar la playa
y al escarabajo 
que acarrea la noche
en su espalda acorazada,
derribando las dunas, 
portando en su cuerno
una lupa que enciende mi piel,
alcanza mis pechos y
muestra la senda que lo lleva a mi ombligo,
donde ahora hay un árbol
al que se ha subido un niño con miedo
que siente bajo sus pies
lo oscuro de un pozo,
un remolino
donde uno se ahoga
o aprende a bailar,
donde el escarabajo 
toca el tambor del agua
con sus largas patas.


Suena sin pausa el chasquido de un látigo en el presente.

domingo, 7 de julio de 2013

Habitación de Invitados 5:María Ángeles Atanes Quintana. Mi poema es..





Vuelve a cerrar los ojos
cuenta hasta nueve,
un poema es una niña
que juega al escondite
y se deja coger.

Un poema es atrapar el tiempo
en el matasellos de una postal.

En un barco de papel
las palabras reman contracorriente
con un lápiz sin punta.
Si naufragan,
escribiré mi poema
con las que alcancen la orilla.

María Ángeles Atanes Quintana

domingo, 9 de junio de 2013

La casa de la amada.



 No es lugar
la casa de tu amada:
es olor en mitad de un sueño,
ánimo que sujeta la rama al árbol,
conjuro que niega el paso a los fantasmas.
 
No la encuentras fuera;
la sientes
cuando celebras la fortuna de tu carne.
 

sábado, 8 de junio de 2013

miércoles, 1 de mayo de 2013

La sonámbula





Sus ojos abiertos
son piedras ciegas
a los ojos de los desvelados,
y su lengua 
un mapa de coordenadas imprecisas.

Mientras sus pestañas inventan un código
que no responde
a ninguna pregunta de esta parte del mundo,
camina la sonámbula por el pasillo,
irreductible, evitando los espejos,
negando a todos su mano fría.

De ninguna otra forma puede ser más ella,
cruzando ríos,
tozuda en su abandono.





domingo, 14 de abril de 2013

Diccionario


 Diccionario.

Y le llamo miedo
a un perro sin atar
a las órdenes de un niño abandonado.

Y le llamo vida
al ojo sorprendido
cuando se ve mirando,
al pulso que se empuja en la arteria,
al pie que se camina por la fibra de cáñamo.

Y le llamo primavera 
a ese lugar de tu cuerpo
en el que las nubes se juntan
para hacer sombra fresca o tormenta.

jueves, 28 de marzo de 2013

Quien escribe.








A Laura Casielles.
A Green Aerostación.
A  La Palabra Itinerante.

     No se conoce el motivo de este comportamiento, pero quien ha viajado en globo aerostático sabe que, al sobrevolar los caseríos, los perros siempre ladran desesperados. Podría ser que el silencio que precede al rumor del viento sobre la lona les haga sospechar alguna amenaza. Lo cierto es que cuando el globo alcanza las primeras tapias y cercados, ya están los perros avisándose con sus ladridos. Al dejar atrás el pueblo, al igual que se reduce la vista de las construcciones, disminuye el ruido hasta que desaparece.

   En los días de sol el globo proyecta una sombra redonda sobre los sembrados, calles y azoteas, y parecen hacerse visibles las capas de aire atravesadas por la voz de los perros. Más allá de lo que prometen los folletos publicitarios, volar en globo es una experiencia extraña y sobrecogedora, en la que los viajeros sienten el privilegio de volar sin techo, sin cabina, sin alas, con un temblor parecido al que sufre quien entra en la mar desnudo y a oscuras. 

   Algo así siente quien escribe. Atento al eco del ladrido, trata de comprender la voluntad de los perros, que miden la distancia, o el peligro; quien escribe es viajero que se asoma y percibe de golpe un espacio sin números, y recuerda por un instante cómo nacieron los dioses.





domingo, 3 de marzo de 2013

Memoria de papel





Un rectángulo de papel amarillo
dice que yo he escrito ese nombre.
Que no le importa si no recuerdo,
dice, mientras oigo caer la primera gota de un chaparrón.
También dice que eso es pasado,
que no para de llover desde hace una semana.
Que volví a casa
            (las luces de la tarde escampada se me agarran a los ojos,
            las luces de los semáforos y las farolas,
            el rojo freno de los coches en la ciudad limpia,
            a mi voz se enganchan las nubes,
                        perros oscuros a punto de ladrar más agua),
llena de rabia, dice el rectángulo,
porque me perdí el final de la historia,
qué hizo ese hombre con la llave
que recogió del charco
y se guardó en el bolsillo
mientras yo seguía caminando.

                                                                                               

sábado, 9 de febrero de 2013

Año salvaje.






Este año viene tan sucio
que yo palabro en latas de conserva
para aliviar la mixtura del plástico podrido,
la raspa y la hoja de lechuga.

Palabro también en el café 
volcado en la mesa,
haciendo río por mi falda 
hasta la alcantarilla.
En los amigos que se traicionan 
en las esquinas de los bares.
En las parejas que tragan piedras
y las eructan en estado de shock.


  Mañana las noticias darán cuenta del alcance de los proyectiles, cerrará el ojo de la cámara nuestro propio ojo y  ninguna madre nos lavará detrás de las orejas.
                                 
               Este año salvaje que convoca a las palabras
y las castiga a la jungla sin cenar.

sábado, 2 de febrero de 2013

Habitación de invitados, 4: Lidia Esteban. De la levedad del viento.




“También en el sueño de este niño hay una cometa enferma”
Rafael Pérez Estrada.

De la Levedad del viento, de Jean Leclerc:

I
La geisha Masako Natsume escribe sobre papel de arroz:
«El viento ama una larga cabellera negra
                                                           y la seda».
II
En su Tratado de la seducción, Doménico Conte aclara:
«La peor desgracia que puede sucederle a una muchacha de labios encendidos es perder su abanico».

III
En su recámara, la poeta inglesa romántica Helen Lewis redacta, antes de suicidarse, una nota manuscrita donde reza:
«Amaina el viento y las veletas lloran desconsoladas».

IV
El capitán de navío Thomas Bloom observa en su cuaderno de bitácora:
 «Las velas encierran todos los vientos».

V
El ángel caído asevera:
«No son las alas, es el viento el que nos permite volar. Preguntadle a la espiga».

VI
De un manual de navegación bretón que previene contra las calmas:
«Apenas una ligera brisa corre entre los labios de los amantes».

VII
La niña Adèle Laroche, sentada en la orilla, escribe en la arena:
 «El mar borra las huellas y el viento las esparce».

Lidia Esteban.

domingo, 27 de enero de 2013

Habitación de Invitados 3: Aurora Delgado.


Ensayando la brevedad, 1: La duda

Tiene cinco años y su cuento favorito es El patito feo. No sabe si al patito no lo quieren porque es feo o porque es  diferente. 

Cuando pasa con su padre por la calle Betis siempre busca los patos en el agua. Mira, papá, los patitos blancos. A veces no la escucha. ¿Y el patito negro? O no le contesta. ¿Y el patito negro, papá? Insiste. Pero él acomoda de nuevo la mano minúscula en el hueco de la suya y aprieta el paso. Nunca sabrá que en realidad la niña le está preguntado si la quiere. 
Aurora Delgado.

domingo, 20 de enero de 2013

Cuánto la vida.




Es su vida un juego o algo serio
una señora italiana que interpreta el numerito del asombro
y se prende del brazo del joven camarero
pequeños afluentes de rubor
el carmín descendiendo en remolino hacia las comisuras
el color del expresso en la lengua
su mirada una nube en el ala del sombrero
incapaz de salir del restaurante
sin sentir
otra vez
cuánto gusta
cuánto vale
cuánto le da la vida
que es un juego
    o algo serio.

Llueve en la ciudad
los árboles son lanzas dormidas
o nidos de arañas a punto de estallar.

Ojalá ella pudiera entregarse
a la custodia de esa hoja
que resiste al invierno
             allí moraría su espíritu
             asido para siempre a la rama.






miércoles, 16 de enero de 2013

Habitación de Invitados 2: David Eloy Rodríguez.




Serie Haiku en bicicleta.

Al paraíso
no se puede acceder
en automóviles.

*

Va de un lado a otro,
ecológica y alegre,
la bicicleta.

*

Sol tras la lluvia.
Los radios de la bici
relampaguean.

*
Las ruedas sucias
de tierra del camino.
Regreso a casa.

David Eloy Rodríguez

domingo, 6 de enero de 2013

Breve 3.



Si hubieras construido esa casa de juguetes 
que me prometiste, 
hoy al menos tendríamos un lugar 
donde buscarnos.

martes, 1 de enero de 2013

Habitación de invitados 1. Luis Verdejo.





El pasado se fundió con el calor del tiempo.
Diluida y caliente, la lava cayó en el molde adecuado. 
Se trasformó en figurita, herramienta, juguete y         tranquilidad. 
La pieza que encaja en el lugar que quieres,
el juguete roto, ya no lo es,
siempre fue lo que no era.
Tú lo creaste, porque en su momento así lo sentiste.
Con las lunas y las luces o...
con la navaja o el bisturí,
el corte fue limpio,
el cirujano consiguió su propósito, 
no hubo dolor, no se produjo daño, solo cambio.
Si corto por lo sano o no, será juicio, decisión, propósito,                 casualidad...
Todos queremos, podemos ser nuestros propios cirujanos 
con navajas o bisturís afilados.
Cortamos, extirpamos dramas o sacamos punta a comedias.
¿Seremos cirujanos o navajeros?

Casi coincidió con el fin del mundo...
puede ser uno de los mejores comienzos.

Luis Verdejo.