jueves, 5 de enero de 2012

Año nuevo, palabras.



Hablábamos anoche
de aquella vez que sin más
usted soltó eso de que
“es el amor un sentimiento
(pausa)
en el que creo”.
Me lo dijo sentada en el sofá:
Dijo Un sentimiento:
No un diseño,
no una idea,
no un producto.

Dijo En el que creo:
Usted, que toma mi mano como quien recoge un pajarito,
¡cree!, y entonces
¡tachán! eso existe.

Yo soy la prueba,
me lo dice al oído
y en medio, la pausa
ensancha los efectos de sus palabras,
pues allí mismo aquella frase
apagó la tele,
hizo limpieza en casa,
ordenó los libros,
detuvo el tráfico,
liberó una manzana,
me quitó las gafas,
disparó hielo picado,
rompió las partituras
y desbordó el dique por ese muro que llaman ladrón.

Una frase
que calla, limpia, detiene, libera, organiza, dispara, destruye y desborda.
No tengo otra mejor para empezar el año,
por lo que me suscribo con gusto a la suya
Y la repito en silencio para que ande ocupada
sin acabar sus tareas.
Mientras, usted puede tomar mi mano.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Navidad 2.


Cada navidad se repite la pena. Cuando cree que no va a llegar, porque ya lo tiene superado, llega ese dolor para sorprenderle como cuando era niño.

En su familia llorar era de tontos; escribir poesía suscitaba una media sonrisa; cada palabra era merecedora de un exhaustivo análisis que ningún académico de la lengua podría superar. Si alguien bailaba, cada movimiento era diseccionado y candidato a un veredicto final. Cada gesto inesperado era puesto sobre la mesa de operaciones. Amar era un verbo cursi. Los helados grandes eran de catetos; comer mucho, una vulgaridad; mojar pan, imperdonable. Dormir, perder el tiempo. Mostrar cariño a los de fuera, debilidad o error.


Y sin embargo todos en la familia querían ser queridos. Aun lo quieren. Por eso el dolor no se va. Por eso se hacen daño cuando comen juntos en Navidad. El dolor navideño es un dolor que refleja la pena de cada día, la que debía haberles tumbado hace ya mucho, pero que les mantiene en pie. Una pena de bienestar obligado, de conmigo no puedes, de no me quieres lo suficiente… De hielo, de hierro podrido, de papel de lija, de corazón cauterizado. Una pena.

Navidad



No quieres ver cachitos en ese charco de lágrimas.
Me rompí
y, caigo o no caigo,
cayeron plumas blancas,
y cayó el pelaje de una loba,
y las uñas de una gata que se clavan en el barro
y gotas de sangre frágiles como bolas navideñas.
En el agua flotan trozos de mi cuerpo,
carne de mazapán, crujientes peladillas.
Ya no serviría para adornar tu salón.
No me niego el deber de nacerme,
ni el placer de esta nueva combinación de fragmentos.
Floto. En trozos. Aquí estoy. Helada.
Ni siquiera entrecerrando  los ojos verás un mensaje legible.
No mires si no te gusta.

sábado, 3 de diciembre de 2011

¡Adiós, ladrones, adiós!


Tengo una pregunta
Una semilla ¿es un ser vivo?



(Umm…
Abrazos semilla,
sí, los conozco.
No hace falta ningún curso acelerado:
son los que arrastran
nubes cargadas de preguntas).

No todos los abrazos te regalan un cuerpo
porque no todos
suman,
palpitan
o te hablan.
Hay abrazos que ni te tocan, y aun así,
te dejan sola y abandonada de lo tuyo.
Y te conviertes en nada,
en muchas veces nada,
en tantas nadas como abrazos te han dado.

¡Adiós, ladrones, adiós!
Carteles de aviso o piedras,
todo sirve para ahuyentar a quienes fabrican gestos
y en esa industria esconden el miedo
de que no se les quiera lo suficiente.
¡Adiós, gestores del cariño!


(Ahora que trabajo en el campo,
planto semillas bajo la almohada.
Oigo un trueno, ¿toca recoger la cosecha?)


sábado, 19 de noviembre de 2011

Sesión de trabajo en grupo.






Aurora siempre dice 
que cualquier mujer lleva  
incorporada una bomba 
de relojería en el pecho.
Puedo comprobar que eso es cierto en cada reunión 
de trabajo con mujeres, 
además de en otras ocasiones,
por supuesto.







I.
Es su turno y responde “¿qué quiero?”. Claro que esa era también la pregunta.
Su mirada pasa las hojas de un libro invisible abierto sobre la mesa.
Levanta los ojos y el libro cae al suelo, bruscamente, en silencio.
En el aire que ocupa la pregunta
sus ojos proyectan una habitación oscura  en la que arden las respuestas.


II.
Sólo ha pasado un segundo desde el “¿qué quiero?”
 y ya esa mujer por fuera es un árbol pequeño,
un helecho crecido en un parterre sombrío.
Separa los labios y parece que verdean sus hojas,
o  tiemblan al paso de un vientecillo,
y que será el frágil instante
en que se presiente una rara especie de flor trueno.
Pero ella sigue callada.
Hojas secas esperando el paso que las haga rugir.
Miedo al sonido de su sangre
…Podría despertar a la mismísima primavera.

martes, 1 de noviembre de 2011

En el fondo.


En la orilla de un charco naufraga 
tu nombre, 
madeja de lana oscura
que ya ni me salva 
ni me ahoga,
liana de recuerdos enfangados,
cuerda podrida que me enredaba.


Ese nombre no merece una lágrima que lo enjuague.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Queda invitada.




¡La invito al tercero de la noche!
A ese sueño en el que estoy de vacaciones
y llueven bombas
o se acerca un tornado.

No abra los ojos,
no quiera huir del silencio en que se libra la batalla:
usted ya camina entre escombros
y cuando la ciudad caiga,
yo señalaré en el mapa
una pared maestra,
firme en el sueño anterior.
Abrazarla  allí será un placer
mucho más cierto si no abre los ojos.

Porque horas después cada una estará en sus asuntos.
Y, aunque siga notando el favor de mi brazo,
confiará lo vivido a la desmemoria.

De otra forma, no la invitaría a mi sueño.