martes, 22 de mayo de 2012

Como si el peligro estuviera en las palabras.




No habléis ni de lobos ni de muertos no contéis tristezas a las niñas no les robéis el sueño y el candor...



Y sin embargo, ellas también miraban en las aguas,
aun a riesgo de comprender de un solo relámpago,
                         antes de que las apartasen de la ventana.


jueves, 10 de mayo de 2012

Ensayo general.





Estas leyendo, por ejemplo,
y tu mano busca una entrada,
la blusa abierta,
para  tus dedos perdidos.
Esos dedos que ya andan
solos,
en un valle sin nombre al que recurrir,
entre tu hombro y tu pecho
ahora que tus ojos están en el libro,
acarician una piel
tan suave
que recuerdas el calor de las cerezas,
y en seguida imaginas
cuánto podría sentir yo
que aun no te he tocado.

domingo, 6 de mayo de 2012

Aprendiendo del mundo.


1.
Curiosa y hambrienta,
como una raíz en el suelo,
en silencio
te busco.

2.
A la ida y a la vuelta
mis ojos se abrazan
a la panza rota del conejo en el arcén,
macabro presente sobre la línea blanca.
Es mensaje en clave
esa insignificante muerte diaria,
una masacre diminuta de topos, erizos y palomas,
recado horrible de lo vivo,
insoportable,
que siempre huye por la rendija de las palabras.

martes, 1 de mayo de 2012

Razones de hoy para no enamorarme de mañana.


                Para Lucía.


-Mañana está verde, muy verde,
y parece amarga.

-Hoy he pasado el día buscando azúcar,
sabiendo que no hay azúcar que apague el sabor a hierba.

-Ayer me caí de la bici:
quién sabe si mañana
me caeré de un tren, de un barco, de un olivo.

-No lo merezco.

-No quiero llamar la atención.

-La oca, el parchís y el veo veo
me desesperan.

-Nunca fui rápida en los concursos.

-Quizás es que no lo merezco.

O que el verde no sepa tan amargo como se piensa.

domingo, 22 de abril de 2012

Pre-ocupaciones.



Ala delta, amanecida, vuelo a motor,
mi cabeza es un estruendo
que arruina la mañana del domingo.

Rasante sobre el mapa,
como siempre, a cada poco
me salgo del dibujo
y se me borra la leyenda.

Sueño con un aterrizaje forzoso en mis sábanas.

viernes, 13 de abril de 2012

Conversación de primavera.















Subimos la cuesta.
A mi lado camina el hombre bueno.
Y al otro lado, el hombre sincero,
que habla de sexo
como si masticase el vinagre de las campanillas.

Empieza a nevar.
Los aparto de mi rostro,
pero se me pegan a la ropa,
 enfrían mi pecho como si abrazara desnuda un cristal:
sin embargo no parece que al hombre bueno le afecten esos copos oscuros,
pues sabe dónde tiene que llegar
y que lo hará intacto.
El hombre sincero pregunta al hombre bueno
por las semanas, los días, las horas y los segundos
de su vida en que “nada, pero nada de nada”.
Este rebusca en el bolsillo del anorak.
Saca un trozo de pan de ayer, papelitos desteñidos, semillas secas.
Hace ademán de ofrecer algo importante.
Abre la boca y responde con un resto de otra conversación pasada,
con una frase antigua hecha de buenas intenciones.
No sufres, dice el hombre sincero,
tú no sufres, pregunta el hombre sincero,
deteniéndose a recoger más campanillas.
Noto que al hombre sincero le falta piel en la punta de los dedos.
El silencio se adhiere a los copos y los hace pesados.
Las preguntas acaban ensartadas en las agujas de los pinos.
El hombre sincero se quita la piel y la deja sobre las rocas.
Ambos coronamos la cuesta en carne viva.