miércoles, 1 de mayo de 2013

La sonámbula





Sus ojos abiertos
son piedras ciegas
a los ojos de los desvelados,
y su lengua 
un mapa de coordenadas imprecisas.

Mientras sus pestañas inventan un código
que no responde
a ninguna pregunta de esta parte del mundo,
camina la sonámbula por el pasillo,
irreductible, evitando los espejos,
negando a todos su mano fría.

De ninguna otra forma puede ser más ella,
cruzando ríos,
tozuda en su abandono.





domingo, 14 de abril de 2013

Diccionario


 Diccionario.

Y le llamo miedo
a un perro sin atar
a las órdenes de un niño abandonado.

Y le llamo vida
al ojo sorprendido
cuando se ve mirando,
al pulso que se empuja en la arteria,
al pie que se camina por la fibra de cáñamo.

Y le llamo primavera 
a ese lugar de tu cuerpo
en el que las nubes se juntan
para hacer sombra fresca o tormenta.

jueves, 28 de marzo de 2013

Quien escribe.








A Laura Casielles.
A Green Aerostación.
A  La Palabra Itinerante.

     No se conoce el motivo de este comportamiento, pero quien ha viajado en globo aerostático sabe que, al sobrevolar los caseríos, los perros siempre ladran desesperados. Podría ser que el silencio que precede al rumor del viento sobre la lona les haga sospechar alguna amenaza. Lo cierto es que cuando el globo alcanza las primeras tapias y cercados, ya están los perros avisándose con sus ladridos. Al dejar atrás el pueblo, al igual que se reduce la vista de las construcciones, disminuye el ruido hasta que desaparece.

   En los días de sol el globo proyecta una sombra redonda sobre los sembrados, calles y azoteas, y parecen hacerse visibles las capas de aire atravesadas por la voz de los perros. Más allá de lo que prometen los folletos publicitarios, volar en globo es una experiencia extraña y sobrecogedora, en la que los viajeros sienten el privilegio de volar sin techo, sin cabina, sin alas, con un temblor parecido al que sufre quien entra en la mar desnudo y a oscuras. 

   Algo así siente quien escribe. Atento al eco del ladrido, trata de comprender la voluntad de los perros, que miden la distancia, o el peligro; quien escribe es viajero que se asoma y percibe de golpe un espacio sin números, y recuerda por un instante cómo nacieron los dioses.





domingo, 3 de marzo de 2013

Memoria de papel





Un rectángulo de papel amarillo
dice que yo he escrito ese nombre.
Que no le importa si no recuerdo,
dice, mientras oigo caer la primera gota de un chaparrón.
También dice que eso es pasado,
que no para de llover desde hace una semana.
Que volví a casa
            (las luces de la tarde escampada se me agarran a los ojos,
            las luces de los semáforos y las farolas,
            el rojo freno de los coches en la ciudad limpia,
            a mi voz se enganchan las nubes,
                        perros oscuros a punto de ladrar más agua),
llena de rabia, dice el rectángulo,
porque me perdí el final de la historia,
qué hizo ese hombre con la llave
que recogió del charco
y se guardó en el bolsillo
mientras yo seguía caminando.

                                                                                               

sábado, 9 de febrero de 2013

Año salvaje.






Este año viene tan sucio
que yo palabro en latas de conserva
para aliviar la mixtura del plástico podrido,
la raspa y la hoja de lechuga.

Palabro también en el café 
volcado en la mesa,
haciendo río por mi falda 
hasta la alcantarilla.
En los amigos que se traicionan 
en las esquinas de los bares.
En las parejas que tragan piedras
y las eructan en estado de shock.


  Mañana las noticias darán cuenta del alcance de los proyectiles, cerrará el ojo de la cámara nuestro propio ojo y  ninguna madre nos lavará detrás de las orejas.
                                 
               Este año salvaje que convoca a las palabras
y las castiga a la jungla sin cenar.

sábado, 2 de febrero de 2013

Habitación de invitados, 4: Lidia Esteban. De la levedad del viento.




“También en el sueño de este niño hay una cometa enferma”
Rafael Pérez Estrada.

De la Levedad del viento, de Jean Leclerc:

I
La geisha Masako Natsume escribe sobre papel de arroz:
«El viento ama una larga cabellera negra
                                                           y la seda».
II
En su Tratado de la seducción, Doménico Conte aclara:
«La peor desgracia que puede sucederle a una muchacha de labios encendidos es perder su abanico».

III
En su recámara, la poeta inglesa romántica Helen Lewis redacta, antes de suicidarse, una nota manuscrita donde reza:
«Amaina el viento y las veletas lloran desconsoladas».

IV
El capitán de navío Thomas Bloom observa en su cuaderno de bitácora:
 «Las velas encierran todos los vientos».

V
El ángel caído asevera:
«No son las alas, es el viento el que nos permite volar. Preguntadle a la espiga».

VI
De un manual de navegación bretón que previene contra las calmas:
«Apenas una ligera brisa corre entre los labios de los amantes».

VII
La niña Adèle Laroche, sentada en la orilla, escribe en la arena:
 «El mar borra las huellas y el viento las esparce».

Lidia Esteban.

domingo, 27 de enero de 2013

Habitación de Invitados 3: Aurora Delgado.


Ensayando la brevedad, 1: La duda

Tiene cinco años y su cuento favorito es El patito feo. No sabe si al patito no lo quieren porque es feo o porque es  diferente. 

Cuando pasa con su padre por la calle Betis siempre busca los patos en el agua. Mira, papá, los patitos blancos. A veces no la escucha. ¿Y el patito negro? O no le contesta. ¿Y el patito negro, papá? Insiste. Pero él acomoda de nuevo la mano minúscula en el hueco de la suya y aprieta el paso. Nunca sabrá que en realidad la niña le está preguntado si la quiere. 
Aurora Delgado.