sábado, 13 de julio de 2013

Habitación de invitados, 6: La fotografía de María Vera para el poema Ahora, de LaFiera.






























Ahora.

Desde la copa del árbol
el niño, que tiene miedo,
puede mirar la playa
y al escarabajo 
que acarrea la noche
en su espalda acorazada,
derribando las dunas, 
portando en su cuerno
una lupa que enciende mi piel,
alcanza mis pechos y
muestra la senda que lo lleva a mi ombligo,
donde ahora hay un árbol
al que se ha subido un niño con miedo
que siente bajo sus pies
lo oscuro de un pozo,
un remolino
donde uno se ahoga
o aprende a bailar,
donde el escarabajo 
toca el tambor del agua
con sus largas patas.


Suena sin pausa el chasquido de un látigo en el presente.

domingo, 7 de julio de 2013

Habitación de Invitados 5:María Ángeles Atanes Quintana. Mi poema es..





Vuelve a cerrar los ojos
cuenta hasta nueve,
un poema es una niña
que juega al escondite
y se deja coger.

Un poema es atrapar el tiempo
en el matasellos de una postal.

En un barco de papel
las palabras reman contracorriente
con un lápiz sin punta.
Si naufragan,
escribiré mi poema
con las que alcancen la orilla.

María Ángeles Atanes Quintana

domingo, 9 de junio de 2013

La casa de la amada.



 No es lugar
la casa de tu amada:
es olor en mitad de un sueño,
ánimo que sujeta la rama al árbol,
conjuro que niega el paso a los fantasmas.
 
No la encuentras fuera;
la sientes
cuando celebras la fortuna de tu carne.
 

sábado, 8 de junio de 2013

miércoles, 1 de mayo de 2013

La sonámbula





Sus ojos abiertos
son piedras ciegas
a los ojos de los desvelados,
y su lengua 
un mapa de coordenadas imprecisas.

Mientras sus pestañas inventan un código
que no responde
a ninguna pregunta de esta parte del mundo,
camina la sonámbula por el pasillo,
irreductible, evitando los espejos,
negando a todos su mano fría.

De ninguna otra forma puede ser más ella,
cruzando ríos,
tozuda en su abandono.





domingo, 14 de abril de 2013

Diccionario


 Diccionario.

Y le llamo miedo
a un perro sin atar
a las órdenes de un niño abandonado.

Y le llamo vida
al ojo sorprendido
cuando se ve mirando,
al pulso que se empuja en la arteria,
al pie que se camina por la fibra de cáñamo.

Y le llamo primavera 
a ese lugar de tu cuerpo
en el que las nubes se juntan
para hacer sombra fresca o tormenta.

jueves, 28 de marzo de 2013

Quien escribe.








A Laura Casielles.
A Green Aerostación.
A  La Palabra Itinerante.

     No se conoce el motivo de este comportamiento, pero quien ha viajado en globo aerostático sabe que, al sobrevolar los caseríos, los perros siempre ladran desesperados. Podría ser que el silencio que precede al rumor del viento sobre la lona les haga sospechar alguna amenaza. Lo cierto es que cuando el globo alcanza las primeras tapias y cercados, ya están los perros avisándose con sus ladridos. Al dejar atrás el pueblo, al igual que se reduce la vista de las construcciones, disminuye el ruido hasta que desaparece.

   En los días de sol el globo proyecta una sombra redonda sobre los sembrados, calles y azoteas, y parecen hacerse visibles las capas de aire atravesadas por la voz de los perros. Más allá de lo que prometen los folletos publicitarios, volar en globo es una experiencia extraña y sobrecogedora, en la que los viajeros sienten el privilegio de volar sin techo, sin cabina, sin alas, con un temblor parecido al que sufre quien entra en la mar desnudo y a oscuras. 

   Algo así siente quien escribe. Atento al eco del ladrido, trata de comprender la voluntad de los perros, que miden la distancia, o el peligro; quien escribe es viajero que se asoma y percibe de golpe un espacio sin números, y recuerda por un instante cómo nacieron los dioses.