domingo, 9 de febrero de 2014

Terapia.




Dice que la culpa se amontona en la espalda
y se hace de piedra entre los huesos.
Mientras él amasa,
las mariposas iluminan una parte perdida de mi cuerpo.
Sigo ese vuelo azul,
sus dedos escalan por mi cuello.
Allí hay ruido de cadenas, chirriar de motores.
En silencio le doy permiso para tirar fuerte
y quedarse con ese pesado laboratorio entre sus manos.
Pero sus manos de arcilla
ya están limpiando mi espalda
con un paño, a toques contenidos,
y con una caricia,
me piden que me levante.
Seguro que no es fácil retirar la piedra,
acallar chasquidos
o desatornillar edificios ajenos
usando solo las manos.

martes, 28 de enero de 2014

Paseos mañaneros.


La Luna no es plateada, por más que nos empeñemos, sino marrón.
Y aunque desde la Tierra la vemos brillar limpiamente, como si fuera una estrella, Venus, que tiene sus fases, siempre es de color fangoso. Las nubes la protegen.
Quizás, a la hora del paseo, el menos engañoso sea Marte, una bola del mismo color que ofrece el óxido en la tierra. Pero tiene sus riesgos.
Otros planetas son nubes. Con esos no podemos contar.

Y no por estas razones dejamos de pasear por el primer planeta que se acerca temprano a nuestra casa.

(Y también http://angilafiera.blogspot.com.es/2012/02/despertar.html)

domingo, 12 de enero de 2014

Un comienzo.






































El primer día del año. El primer paseo. 
En el camino hay restos de la fiesta de ayer. 
Quizás alguien aprovechó para dejar atrás aquello que ya no quería o estaba roto. 
Quizás alguien perdió algo, pero no quiso volver atrás para recogerlo.


http://es.worldphoto.org/images/image/702580/?FromUrl=%2Fmembers%2Findividual%2Fimages%2F

miércoles, 25 de diciembre de 2013

¿Qué tristeza?



La tristeza no viene sola: la asisten el cansancio, la rutina, la nostalgia.
La tristeza y la memoria se alían. La tristeza y el olvido, también.
Es un polvo que nos cae en el rostro, que ciega los espejos, que sepulta las señales en el borde de los caminos. 
Solo un huracán nos salva de ella, cuando ponemos la cara al viento para que se la lleve lejos.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Canción de los avatares.



Al principio estábamos
only you and me,
pero después éramos demasiados
y la cosa se complicó.
Fue por culpa de esos avatares,
de regalo con la compra del ordenador.
Yo me enamoré del tú que mostrabas a todo el mundo,
mientras que la otra que simulaba ser yo
te sedujo vilmente, oh my love.

Nos fuimos a vivir todos juntos.
Yo me quedaba en la cama hasta muy tarde, lazy girl;
aquella se esforzaba para superarme en bondad.
Quise parecerme a esa chica que siempre hacía los deberes,
que cocinaba tan bien,
que llamaba a la compañía de seguros
y acudía a la reunión de vecinos,
que nunca dudaba de nada
porque abría su manual de instrucciones on line
y siempre tenía una respuesta.
Cuánto la querías, crazy stupid love.
Si me hubieses querido a mí tanto como a ella.

Nunca sabré cuándo te fuiste de casa
y me dejaste con ese polifacético 
profesor de gimnasia que nunca hace los ejercicios,
director de cine que exprime al actor desde su silla,
fabricante de teléfonos con vasitos de yogur,
repartidor de pasteles imaginarios.
Hace tanto que no estás, yeah,
que ya no recuerdo cómo eres.

Ahora lo veo claro, my sweet honey,
si hubiéramos matado a esos intrusos,
quizás nos habríamos encontrado
en el punto del hola qué tal,
y nos habríamos gustado, o no,
o habríamos construido esa casa con palillos de dientes
que vimos en un libro ilustrado,
para decirnos después good bye,
o nos habríamos querido solo un minuto for ever.
Malditos avatares,
no más tecnología,

no more, no more.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Aquí dentro. Compasión.



                                                                       Para M.C. y A.D., otra vez a medias.
Mira la armadura rota
de esos caracoles,
fijados a la rama del olivo
por un cemento blanco
hecho de paciencia y saliva,
y no desertes
ni ante el borde cortante de la cáscara,
ni ante el despeñadero de nácar
donde hoy solo vive la dura luz del día.
Ponlos en la palma de mi mano,
deja que los alivien mis pestañas.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Allá lejos.



Para M.C. y A.D., a medias.

Oh, Gulliver,
préstame la distancia que hay
desde tu nariz
hasta aquel insignificante que dispara la flecha.
Oh, Reina del hormiguero,
entrégame tu pecho ciego a los golpes
de antena de tus obreras.
Oh, Satélite Mecánico
que ignoras tu fin en un cráter del desierto de Arizona,
concédeme tu empeño en seguir la ruta
y mantener la emisión sin preguntas.
Amigos, hace calor, siento frío.
Se llora cuando se está cerca.
No entiendo a mi amado, ni a mi hijo,
ni a mi amante, lloro por ellos.
Ni a la puñetera adolescente
que fui
y que ahora me escribe cartas en papel de cuadritos.

Dioses, gigantes, ingenios,
dadme un poco de vuestro
allá fuera allá lejos.
Ayer mismo escuché
a los caracoles
en el descampado
decirse a gritos que sí
podrían huir de las llamas.