Y ahora el padrino, ¿dónde lo hallaremos?
Sale un ratón detrás de un molino:
“Hagan las bodas, yo seré el padrino”.
Estando en la boda bebiéndose el vino
llegó un gato negro y se llevó al padrino.
Las bodas del
piojo y la pulga. Cuento popular.
Una pareja entra en escena.
Ella, rubia de bote; él, moreno alquitrán.
Ropa de diario, dedos
grises de recoger colillas, cicatrices que no se reflejan en los escaparates.
Siempre a mil kilómetros
del glamur, animales de descampado, han hecho un largo viaje por las calles de
su barrio hasta llegar a esa oficina en la segunda planta.
Ella (a bocajarro): Vendremos a casarnos el sábado.
Ella (a bocajarro): Vendremos a casarnos el sábado.
Voz entrecortada que
rasga el papel de citas y aliento a tabaco y cerveza que tuerce el gesto de los
funcionarios.
Ella (Sin perdices y sin que suene a pareado): Mañana
pagamos: el padrino está lejos y él es quien tiene la pasta.
Él (sonríe
grande): …
Guiño a la señorita que
toma nota. Parece que van a irse.
Ella (a la funcionaria, metiendo la cabeza en el despacho): No nos borres de la lista, que
seguro que venimos.
Qué vida esta,
como una obra de malos y peores
donde cada cual interpreta a muerte
su momento de gloria o esperanza.
4 comentarios:
Quizás vuelvan o decidan, otro día, ingresar a la oficina para pedir el divorcio,no?. Todo puede ser..Un beso
Todo puede ser, claro que sí. Me gustaría haber visto esa boda por un agujerito.
Que llegue el padrino.
Que llegue el sabado.
Que les toque una funcionaria amable.
¡Qué vivan los novios!
Bienvenido a La Casa, Jorge.
Publicar un comentario