Para Rosario.
Como dice Lidia, las palabras no ocurren.
Cuando me diste el diccionario,
pensé que era un gran invento.
Pero te digo perdón
y tú me devuelves
un saco de monedas
fuera de curso.
Te digo perdón
y me muestras un vestido
demasiado pequeño.
Te digo perdón
y dices que no entiendes
la escritura del caracol sobre la arena seca.
Si perdón no te vale,
dime qué hago,
que muerda las monedas
o que eche el trajecito al fuego.
Que cierre la boca
o que organice carreras de caracoles.
Si perdón no te vale,
mejor te devuelvo el diccionario.