viernes, 22 de noviembre de 2013

Aquí dentro. Compasión.



                                                                       Para M.C. y A.D., otra vez a medias.
Mira la armadura rota
de esos caracoles,
fijados a la rama del olivo
por un cemento blanco
hecho de paciencia y saliva,
y no desertes
ni ante el borde cortante de la cáscara,
ni ante el despeñadero de nácar
donde hoy solo vive la dura luz del día.
Ponlos en la palma de mi mano,
deja que los alivien mis pestañas.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Allá lejos.



Para M.C. y A.D., a medias.

Oh, Gulliver,
préstame la distancia que hay
desde tu nariz
hasta aquel insignificante que dispara la flecha.
Oh, Reina del hormiguero,
entrégame tu pecho ciego a los golpes
de antena de tus obreras.
Oh, Satélite Mecánico
que ignoras tu fin en un cráter del desierto de Arizona,
concédeme tu empeño en seguir la ruta
y mantener la emisión sin preguntas.
Amigos, hace calor, siento frío.
Se llora cuando se está cerca.
No entiendo a mi amado, ni a mi hijo,
ni a mi amante, lloro por ellos.
Ni a la puñetera adolescente
que fui
y que ahora me escribe cartas en papel de cuadritos.

Dioses, gigantes, ingenios,
dadme un poco de vuestro
allá fuera allá lejos.
Ayer mismo escuché
a los caracoles
en el descampado
decirse a gritos que sí
podrían huir de las llamas.

sábado, 19 de octubre de 2013

Composición.




   Hay un órgano en cada estómago
que acompaña al ciervo en su llamada
al caer la noche
   y un cristal en cada frente
al que se asoman los jóvenes que éramos
esos días
   y una playa de piedras en cada mano
a la que volver para desenterrar una botella
de la que bebimos
   y una manta de césped en cada rodilla
que amortigua el dolor del paso
al volver a casa.
Hay una carretera en cada pecho
en cuyo arcén crece algo vegetal
siempre.
   No digas que no somos más que polvo otra vez.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Habitación de invitados, 7: Elena Berrocal Luna.



La casa de piedra es invisible a los pájaros. 

Sus paredes se camuflan
en el aire sucio y la desgana de los viandantes.
La casa de piedra es también de paja y de cemento
y de agua de mar.

Hay mosquitos hambrientos que obedecen a la noche.
Hay corazones de piedra, de cemento, de agua
y de mar.

Allí vivió un hombre ciego
durante cincuenta y tres años.
Estudió todos los rincones de la casa,
cada ventana,
los muebles antiguos.
Subsistió con los alimentos que aprendió a cultivar
en el pequeño huerto de la entrada,
y aprendió a contar los días
a través del tacto de sus muros.
Como un reloj de sol, sus manos
medían el recorrido de la luz
y de la sombra.
Una mañana,
el ciego despertó con el canto de un pájaro
que entró por la ventana, por primera vez.
Un pájaro huérfano, perdido, loco.


Un poema de Elena Berrocal Luna.
Una fotografía de LaFiera.

Y también http://angilafiera.blogspot.com.es/2013/02/habitacion-de-invitados-4-lidia-esteban.html
y http://angilafiera.blogspot.com.es/2011/07/la-casa-contiene-1-y-2.html

sábado, 31 de agosto de 2013

Lo salvaje




Siempre habrá lugares mejores para beber agua
pero las libélulas de ciudad
acuden al lavadero de coches,
señalando en el gris del cemento
con sus cuerpos de hilo
sobre los que cabalga el diablo,

el lugar donde queda la puerta trasera del bosque.




sábado, 24 de agosto de 2013

Circo.


Estás desnudo.
Al verte saltar
entro
en mis bolsillos
para tirar las piedras
y recuerdo
que no llevo ropa.
Ahora comprendo
por qué
los adultos
pesamos tanto.

-

Éramos acróbatas.
En el baile yo impedía
con mis hombros,
mis manos
y mi cara
que tu pie tocase
el suelo.
Se levantó la noche.
Elegiste
unos zapatos de tacón,
y yo,
que he sido tan fuerte,
siempre lo resistí.



sábado, 27 de julio de 2013

Perdón no te vale.

Para Rosario.
Como dice Lidia, las palabras no ocurren.

Cuando me diste el diccionario,
pensé que era un gran invento.

Pero te digo perdón
y tú me devuelves
un saco de monedas
fuera de curso.
Te digo perdón
y me muestras un vestido
demasiado pequeño.
Te digo perdón
y dices que no entiendes 
la escritura del caracol sobre la arena seca.
Si perdón no te vale,
dime qué hago,
que muerda las monedas
o que eche el trajecito al fuego.
Que cierre la boca
o que organice carreras de caracoles.

Si perdón no te vale,
mejor te devuelvo el diccionario.