domingo, 23 de diciembre de 2012

Miedos del 1 al 4.






Miedo número 1.
Pasar de largo otra vez
ignorando la curva de la carretera
en la que el musgo crece sin control.
Que se queden mis manos
pegadas al volante,
no abrir la puerta,
no quitarme los zapatos
y  no arañar con las pezuñas
las piedras que han caído ladera abajo
hasta esa selva líquida,
vertida tan cerca de mi ciudad.
(Que tú no sientas el goteo
sobre la piel del agua)

El miedo número 2
no lo recuerdo bien
pero tenía que ver con el juego
a solas de juntar palabras,
de pasar una mañana haciendo versos
y encontrarme muerta en el sofá,
mientras todas las películas han llegado al fin
y los extraterrestres han dejado de amenazarnos.
(Que olvides el camino a mi casa)

Ahora el número 3,
el miedo a perder el miedo,
a la anestesia,
al vestido de flamante,
¡si supieras que me sueño
que soy calva!
(Que te guste más con peluca)

Miedo número 4.
Que antes de conectarse el día,
el sentido encubra su rastro
con el zumbido del despertador.
En aquel sueño lo más alto no es una montaña
sino el piso último
de un bloque devorado por los líquenes.
En el sueño la tierra es lo que hay dentro
de un círculo pintado 
del que yo no puedo salir.
Subo y bajo escaleras
el mismo nuboso día gris.
Allí no se oyen mis preguntas.

Yo, la que sueño, quiero irme,
y la soñada no huye.

(Que pienses que yo nunca tengo miedo,
que no me grites sal de ahí
ni me tiendas la mano)

jueves, 6 de diciembre de 2012

Breve 2.




      Tu cuerpo ha sido mi casa; 

         no se cansó mi mano de dibujar habitaciones.

martes, 27 de noviembre de 2012

Breve 1.




El tiempo crece en mi mesa de trabajo.
             …Cuándo podré tocar tus manos de nuevo.

martes, 13 de noviembre de 2012

Primer conjuro contra el desánimo.




Yo tenía la cámara
y tú movías la linterna
por encima de la cabeza
en la oscuridad.
Era un baile loco y alegre
inspirado en el alboroto de las olas.
El clic capturó un garabato de luces
amarillas y anaranjadas,
con un centro blanco.
Era verano.
Esta es la fotografía,
no me digas que no la ves.
La tristeza es una clase de ceguera.

Escucha mi voz.
Es un radar que detecta hilos rotos,
pero también una mano que los anuda.
Déjala pasar.

Qué conjuro podría con las piedras
que rinden tus párpados.
En tu lugar, yo no querría poemas.
Solo te digo palabras.
Hoy.
Andar.
Juntos.
Sí.
Quiéreme.

¿Las oyes?

viernes, 2 de noviembre de 2012

Hace mucho tiempo.


Ayer pasé por una de esas calles de mi ciudad que dan al norte. Me fijé en un banco. Era un bloque de hormigón tan roído que su asiento dejaba ver su armazón de gavillas de hierro. Entre las cuadrículas rojizas había arena, gruesa y descolorida. Sin parar de caminar, estiré la mano como si quisiera tocarla y mis dedos la sobrevolaron.



De pronto, una calle de Río Tinto. Parece que siempre ha sido invierno. Yo -muy cerca del suelo- veo el cemento como la piel de un animal extendida sobre la tierra roja. Está cuarteado y entre las grietas asoma la verdina. Siento que eso ya estaba allí antes de que nacieran mis padres y mis abuelos. Alguien echó una capa de cemento sobre el suelo, quizás para evitar los charcos o para allanar un camino transitado cada día. Así que era algo que tuvo sentido antes, que ha estado a la vista siempre, pero que ahora es inútil y desaparece ante los ojos de casi todos. 


Una niña mira y esa grieta que no se atreve a tocar le hace sentir vértigo: una mancha en cuya superficie se precipita el significado de "día", "mes", "año", perdiendo su forma lingüística. Cuanto más jóvenes son los ojos, menos palabras; y más honda la distancia hacia atrás. 

Así aprendo el sentido del “hace mucho tiempo”.

viernes, 19 de octubre de 2012

Mastico serpientes.



“Los otros no lo notan,
no hundo a nadie conmigo
y nadie tampoco puede salvarme”
Miriam Reyes.
Mi boca es una cueva.
Mastico serpientes,  
trago su veneno.
Duerme mi lengua sin reposo,
y mis labios, piedras de azufre, sellan lo oscuro.
Mi boca es una cueva
en la que duerme un dragón.
Deberías temer su fuego,
porque no sólo arden mis pensamientos.
Si intentas meter los dedos
una vez más
los sacarás carbonizados.
Mi boca es la guarida
de un dragón justiciero
que destruye a quien intenta
apagar su furia con gatos o liebres. 

lunes, 15 de octubre de 2012

Pequeña exposición.




Ven, hazme un favor.
Busca, no te de miedo la sangre,
ni te sorprenda que tus uñas tropiecen
con algo duro.
Mete la mano en esta caja
y saca todas las conchas
que encuentres.
Después acércalas al lavadero
para que el agua las deje en su color.

Mientras, yo puedo cubrirme 
y ponerme en pie.

A la tarde en los escalones de la calle
montaré mi pequeña exposición
de cicatrices y refugios
a la que tú estás invitada.