Yo tenía la cámara
y tú movías la
linterna
por encima de la
cabeza
en la oscuridad.
Era un baile loco y
alegre
inspirado en el
alboroto de las olas.
El clic capturó un
garabato de luces
amarillas y
anaranjadas,
con un centro blanco.
Era verano.
Esta es la
fotografía,
no me digas que no la
ves.
La tristeza es una
clase de ceguera.
Escucha mi voz.
Es un radar que
detecta hilos rotos,
pero también una mano
que los anuda.
Déjala pasar.
Qué conjuro podría
con las piedras
que rinden tus
párpados.
En tu lugar, yo no
querría poemas.
Solo te digo
palabras.
Hoy.
Andar.
Juntos.
Sí.
Quiéreme.
¿Las oyes?
7 comentarios:
Y queda conjurado, así, con palabras al aire como piedras...
Efectivamente, la materia prima del conjuro es la palabra, y esta ha de ser contundente. ¡Buen día, Darío!
Palabras que seguro oye.
Un beso
Confiemos, Carmela. Démosle tiempo.
Beso.
Un quiéreme....llega y se queda. Un beso.
¡Y hace su efecto!
Un beso, Fiorella.
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